La leyenda de El Babujal tiene sus raíces en las creencias de los aborígenes siboneyes que habitaban Cuba antes de la llegada de los colonizadores. Ellos creían en un espíritu maligno llamado “Buyo”. Cuando este espíritu se manifestaba en forma de un lagarto grande y grueso, lo llamaban “Babujal”.

Con el tiempo, la leyenda del Babujal se extendió por toda Cuba, especialmente en las zonas rurales. Se creía que el Babujal era un espíritu invisible para la mayoría de las personas, pero que podía poseer a los seres humanos a voluntad. Cuando el Babujal poseía a alguien, su conducta cambiaba negativamente, volviéndose irritable, agresivo y con un apetito voraz.
Según la tradición popular, el Babujal a veces se manifestaba en forma humana, apareciendo como un campesino montado a caballo, vestido con una camisa de mangas largas y un sombrero de ala ancha. Sin embargo, nunca mostraba su rostro, ya que al ser un espíritu sin identidad, carecía de facciones definidas.
Para librar a una persona de la posesión del Babujal, se recurría a los “behiques” o hechiceros. Estos utilizaban rituales que involucraban cujes trenzados y conjuros mágicos para “sacar” al espíritu maligno del cuerpo del afectado. Se decía que el método era efectivo, aunque la invisibilidad del fenómeno hacía difícil verificarlo.
En la cosmovisión de los antiguos cubanos, existía un equilibrio entre las fuerzas místicas. El contrario del Babujal era el Cemí, una deidad muy adorada y de la cual se han encontrado algunos tótems en la isla. Se creía que con solo invocar al Cemí, el Babujal huía, dejando en paz a los presentes.
Hoy en día, la leyenda del Babujal persiste en algunas zonas rurales de Cuba, aunque con menos fuerza que en el pasado. Forma parte del folclore local y se utiliza a veces para explicar comportamientos extraños o enfermedades inexplicables. Es un recordatorio de las antiguas creencias y del rico legado cultural de los pueblos originarios de Cuba.
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