Leyenda: El Sombrerón, Colombia

En los vastos y solitarios caminos de Colombia, especialmente en las regiones andinas y los llanos orientales, cabalga una figura espectral que infunde terror en los corazones de los trasnochadores y los viajeros desprevenidos: El Sombrerón. No es un jinete cualquiera, sino un espectro imponente, vestido completamente de negro, montado en un corcel azabache aún más grande y amenazante, cuyos cascos no producen sonido alguno al galopar.

Su rasgo más distintivo es el enorme sombrero de ala ancha que cubre por completo su rostro, impidiendo que nadie pueda ver sus facciones. Algunos murmuran que debajo de ese sombrero no hay rostro, solo una oscuridad vacía, mientras que otros se atreven a decir que sus ojos brillan con un fuego infernal.

La leyenda cuenta que El Sombrerón es el espíritu errante de un hombre malvado y solitario, un antiguo terrateniente o un rico avaro que cometió terribles crímenes en vida, ya sea por codicia, crueldad o lujuria desmedida. Como castigo por sus pecados, fue condenado a vagar eternamente por los caminos, atormentando a aquellos que encuentra en su camino.

Se dice que El Sombrerón tiene predilección por ciertos tipos de personas. Persigue implacablemente a los borrachos y jugadores, apareciéndose de repente en medio de la noche para asustarlos y hacerlos caer en la desesperación. También se ensaña con los hombres infieles, a quienes atormenta con visiones de sus engaños y les roba la paz del sueño.

Pero su obsesión más notoria es con las mujeres jóvenes y hermosas, especialmente aquellas de cabello largo y abundante. Se enamora obsesivamente de ellas, siguiéndolas en silencio durante días, acechándolas en la oscuridad y lanzando piedras a sus techos por la noche para anunciar su presencia. Aunque nunca las ataca físicamente, su constante acecho las sume en un estado de terror y angustia, llevándolas a la locura o incluso a la muerte por el miedo.

La llegada del Sombrerón se presagia por un viento helado que de repente se levanta, un olor a quemado o a azufre que impregna el aire y el silencio antinatural que precede a su aparición. Su presencia es tan opresiva que los animales huyen despavoridos y los perros aúllan con desesperación.

Para librarse de El Sombrerón, se dice que es necesario recurrir a la protección divina. Rezar con fervor, llevar consigo escapularios o medallas religiosas, y rociar agua bendita en los caminos pueden ayudar a mantenerlo alejado. También se aconseja evitar los vicios y llevar una vida recta para no atraer su atención.

En algunas regiones, se cree que El Sombrerón solo puede ser visto por aquellos que tienen “malos pasos” o algo que ocultar. Para los inocentes y los de corazón puro, su presencia permanece invisible, aunque la atmósfera de terror que lo rodea puede ser palpable.

La leyenda de El Sombrerón es una de las más arraigadas en el folclore colombiano, transmitiéndose de generación en generación como una advertencia moral y un recordatorio de que las malas acciones tienen consecuencias que pueden trascender la vida. Su figura oscura cabalgando en silencio por los caminos solitarios sigue viva en la imaginación popular, alimentando el miedo a la noche y a los espectros que, según la creencia, vagan en la oscuridad, buscando almas perdidas para atormentar. Y en las noches sin luna, cuando el viento aúlla en la distancia, muchos juran sentir la presencia invisible de El Sombrerón cabalgando cerca.

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