Esta es una historia sombría y misteriosa que se cuenta en algunas regiones andinas del país.
Se dice que el Guagua Auca, que en quichua significa “niño salvaje” o “niño fantasma”, es el espíritu errante de un niño que murió sin ser bautizado o que fue víctima de alguna tragedia terrible. A menudo se le describe como un niño pequeño, vestido con harapos o completamente desnudo, con una mirada triste y penetrante.
Según la leyenda, el Guagua Auca vaga por los páramos, los bosques y los caminos solitarios, especialmente durante la noche o en días de neblina. Su presencia se manifiesta de diversas maneras. Algunos dicen escuchar su llanto lastimero, un sonido que hiela la sangre y llena de angustia a quienes lo oyen. Otros afirman verlo aparecer repentinamente en el camino, corriendo a gran velocidad o simplemente observando con sus ojos tristes.
Se cree que el Guagua Auca no tiene intenciones malvadas directamente, pero su aparición es un presagio de mala suerte, enfermedad o incluso la muerte. Para algunos, su llanto es un aviso de un peligro inminente. Para otros, verlo directamente puede traer desgracia a la familia.
Existen varias versiones sobre el origen del Guagua Auca. Algunas historias cuentan que son niños que murieron por descuido de sus padres, mientras que otras hablan de niños que fueron abandonados o que sufrieron muertes violentas. La falta de bautismo en algunos relatos se menciona como la razón por la que sus almas no encuentran descanso.
Para protegerse del Guagua Auca, las personas mayores suelen recomendar evitar transitar por lugares solitarios durante la noche y encomendarse a la Virgen María o a otros santos. También se dice que rezar con fervor puede alejar su presencia.
El Guagua Auca es un recordatorio de las vulnerabilidades de la infancia y de la importancia de los rituales y las creencias en las comunidades andinas. Su leyenda perdura como una advertencia y como una expresión del miedo a lo desconocido y a las almas en pena.
Texto e imagen en colaboración con Gemini IA.