Leyenda: Huascarán y Huandoy, Perú

Cuenta la leyenda que hace muchísimos años, en el majestuoso valle de Yungay, vivían dos jóvenes y apuestos príncipes. El mayor se llamaba Huascarán, fuerte, valiente y de espíritu guerrero. El menor era Huandoy, de corazón noble y soñador, amante de la paz y la contemplación de la naturaleza.

Ambos hermanos amaban profundamente a una hermosa princesa llamada Cholán, cuyo nombre significaba “estrella” en quechua. Cholán era tan radiante como su nombre, y su belleza y bondad cautivaban a todos en el valle. Tanto Huascarán como Huandoy competían por su amor, ofreciéndole regalos y demostrándole su admiración.

Cholán, aunque apreciaba a ambos príncipes, no podía decidir a quién entregar su corazón. Su indecisión generó una creciente rivalidad entre los hermanos, quienes comenzaron a distanciarse y a enfrentarse en pequeñas disputas.

Un día, la tensión llegó a un punto crítico. Huascarán, impulsado por los celos y el deseo de tener a Cholán solo para él, desafió a Huandoy a una lucha a muerte para decidir quién merecía el amor de la princesa. Huandoy, aunque pacífico, se vio obligado a aceptar el desafío para evitar un derramamiento de sangre mayor entre sus seguidores.

La batalla fue feroz y dolorosa. Los dos hermanos, una vez unidos por la sangre y el afecto, se enfrentaron con furia en medio del valle. Cholán, desesperada y con el corazón destrozado, suplicó a los dioses que detuvieran la contienda.

Los dioses, conmovidos por el sufrimiento de Cholán y la tragedia que presenciaban, decidieron intervenir de una manera poderosa y trascendental. En el momento culminante de la batalla, una tormenta de nieve repentina y avasalladora se desató sobre el valle.

La nieve cayó con tal intensidad que cubrió por completo a los dos príncipes rivales, transformándolos en dos imponentes montañas nevadas que se alzaron para siempre sobre el valle de Yungay. Huascarán, el guerrero, se convirtió en la montaña más alta y majestuosa, mientras que Huandoy, el pacífico, se erigió a su lado, con una belleza serena y contemplativa.

La princesa Cholán, consumida por la tristeza y el dolor por la pérdida de sus amados, también fue transformada por los dioses. Su cuerpo se convirtió en una hermosa laguna de aguas cristalinas que se formó entre las dos montañas, reflejando sus cumbres nevadas como lágrimas congeladas. Esta laguna es conocida hasta hoy como la Laguna de Llanganuco, de una belleza sobrecogedora.

Desde entonces, las montañas Huascarán y Huandoy permanecen una al lado de la otra, como un recordatorio eterno de la rivalidad fraterna y el amor perdido. Se dice que en los días claros, cuando el viento susurra entre sus picos, se pueden escuchar los ecos de la antigua contienda y el lamento silencioso de Cholán reflejado en las aguas de la laguna.

Esta leyenda nos habla sobre las consecuencias de la rivalidad, el poder del amor y la majestuosidad de los Andes peruanos, donde la naturaleza misma parece guardar las historias de un pasado inolvidable.

Texto e imagen en colaboración con Gemini IA.