La historia de La Loca Luz Caraballo, es una figura emblemática del folclore andino venezolano, inmortalizada por la pluma del poeta Andrés Eloy Blanco.
La historia de La Loca Luz Caraballo está indisolublemente ligada al poema “Palabreo de la Loca Luz Caraballo” de Andrés Eloy Blanco. Aunque existen debates sobre si fue una persona real o una creación poética inspirada en las duras realidades de los Andes venezolanos, su figura vive con fuerza en el imaginario popular.

La leyenda nos sitúa en los helados y desolados páramos de los Andes venezolanos, específicamente en la región de Apartaderos, cerca de Timotes, en el estado Mérida. Allí, azotada por los vientos cortantes y la soledad de las alturas, vagaba una mujer llamada Luz Caraballo. No era una aparición fantasmal en el sentido tradicional, sino una mujer de carne y hueso a quien la pena y la pérdida habían sumido en la locura.
Luz Caraballo es descrita como una figura trágica, vestida con harapos, desgreñada, hablando sola y caminando sin rumbo fijo por los caminos del páramo. Su locura tenía un origen claro y desgarrador: la pérdida de sus hijos. Según narra el poema de Andrés Eloy Blanco:
- Sus dos hijos mayores (“los dos morochos”) se fueron siguiendo a “un hombre a caballo” —una figura que muchos interpretan como Simón Bolívar o algún caudillo militar de las guerras de independencia o civiles— y jamás regresaron. Se perdieron en la vorágine de la guerra.
- Su hija “se fue tras un hombre, detrás de un hombre se fue”, abandonando el hogar por un amor o una promesa.
- Su hijo más pequeño murió, víctima de las duras condiciones o alguna enfermedad.
Abandonada y con el corazón roto por estas pérdidas sucesivas, la mente de Luz Caraballo se quebró. Su existencia se convirtió en una búsqueda perpetua y delirante. Se dice que se acercaba a los viajeros que transitaban por el páramo y, con la mirada perdida, les hacía siempre la misma pregunta angustiosa, esperando noticias de sus hijos ausentes:
“Por aquí, ¿no ha pasado mi hijo, / con dos soldados del rey? / (…) / Por aquí, ¿no han pasado mis hijos, / que se fueron tras un hombre / que les dijo que era el rey?” (Estas líneas varían ligeramente en distintas versiones, pero la esencia es la búsqueda de los hijos idos a la guerra).
A pesar de su pobreza y su estado mental, a veces ofrecía a los viajeros lo poco que tenía: un poco de café, una arepa, un gesto de hospitalidad en medio de su desolación.
Andrés Eloy Blanco, con su poema, no solo contó una historia; capturó la esencia del dolor maternal, la desolación del páramo, el impacto de las guerras en la gente humilde y la fortaleza silenciosa de las mujeres andinas. Convirtió a Luz Caraballo en un símbolo poderoso y conmovedor en la cultura venezolana.
Así, La Loca Luz Caraballo no es un espectro que infunda terror, sino una figura que inspira profunda compasión. Es la encarnación del duelo eterno, una madre congelada en el tiempo y en el frío del páramo, esperando un regreso que nunca sucederá. Su leyenda es un lamento poético que resuena en las montañas andinas de Venezuela.
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