En las altas cumbres de los Andes peruanos, donde el viento silba melodías misteriosas entre las rocas y la neblina danza como un espíritu, se cuenta la leyenda de una quena muy especial: la Quena de Oro.

Se dice que esta quena no era una simple flauta hecha de caña o hueso, sino una pieza única, forjada en oro puro con una destreza ancestral. Su sonido era mágico, capaz de evocar las emociones más profundas, desde la alegría desbordante hasta la tristeza más melancólica. Quien la tocaba con el corazón sincero podía comunicarse con los espíritus de la naturaleza, atraer la lluvia, calmar las tormentas y hasta sanar enfermedades.
La leyenda cuenta que la Quena de Oro perteneció a un joven pastor llamado Illari, cuyo nombre significaba “amanecer” en quechua. Illari tenía un don especial para la música y su quena común ya encantaba a los habitantes de su comunidad. Un día, mientras pastoreaba a sus llamas en las alturas, encontró una cueva oculta. En su interior, sobre un altar de piedra, resplandecía una quena hecha de oro puro.
Illari tomó la quena con reverencia y al instante sintió una energía poderosa recorrer su cuerpo. Al llevarla a sus labios y soplar suavemente, un sonido celestial llenó el aire, un sonido que nunca antes había escuchado. Los animales se acercaron curiosos, las aves dejaron de volar para escuchar y el viento mismo pareció detenerse.
Con la Quena de Oro, Illari se convirtió en un músico extraordinario. Sus melodías traían armonía a su comunidad, las cosechas eran abundantes, los animales prosperaban y la alegría reinaba en el valle. Se decía que cuando Illari tocaba, los espíritus de los ancestros descendían de las montañas para escuchar su música.
Sin embargo, la fama de la Quena de Oro se extendió rápidamente y llegó a oídos de personas codiciosas que deseaban poseer su poder. Intentaron robarla a Illari, pero la quena parecía protegerse a sí misma, emitiendo sonidos ensordecedores o desapareciendo misteriosamente de sus manos.
Un día, un anciano sabio de la comunidad advirtió a Illari sobre el peligro de que la quena cayera en manos equivocadas. Le dijo que la Quena de Oro era un regalo de los Apus (los espíritus de las montañas) y que su poder debía ser utilizado con sabiduría y humildad.
Illari comprendió la advertencia del anciano. Decidió que la quena debía permanecer oculta y protegida para siempre. Una noche, en secreto, regresó a la cueva donde la había encontrado y la depositó nuevamente sobre el altar de piedra, ofreciendo una plegaria a los Apus.
Desde entonces, la leyenda cuenta que la Quena de Oro permanece oculta en algún lugar recóndito de los Andes, esperando a ser encontrada por alguien de corazón puro que sepa apreciar su magia y utilizar su poder para el bien. Algunos pastores afirman escuchar en el viento, en ciertas noches especiales, una melodía dorada que evoca la presencia de la quena sagrada, recordándonos la belleza y el poder oculto en la música y en las montañas.
Texto e imagen en colaboración con Gemini IA.